Éxodo 17:
—Danos agua para beber —le exigieron. —¿Por qué pelean conmigo? —se defendió Moisés—. ¿Por qué provocan al Señor? Pero los israelitas estaban sedientos, y murmuraron contra Moisés. —¿Para qué nos sacaste de Egipto? —reclamaban—. ¿Solo para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?
—Adelántate al pueblo —le aconsejó el Señor— y llévate contigo a algunos ancianos de Israel, pero lleva también la vara con que golpeaste el Nilo. Ponte en marcha, que yo estaré esperándote junto a la roca que está en Horeb. Aséstale un golpe a la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo.
Ante las circunstancias naturales las respuestas se encuentran en lo sobrenatural.
El pueblo no podía ver más allá de sus necesidades, no podía comprender que Dios caminaba con ellos y que la provisión les vendría de Dios de manera sobrenatural.
El problema no era tener sed, sino el murmurar, criticar su situación actual, entregarse a la muerte y a la desesperación y desear regresar a la esclavitud.
La autoridad dada por Dios a su pueblo a través de sus líderes era la solución. Ellos debían ordenarle a la misma tierra que no les estaba dando agua que se abriera y emanara agua para todos en abundancia.
No todos tenemos la visión sobrenatural de Dios, no todos tenemos la fe suficiente para vencer nuestros obstáculos, no todos tenemos un encuentro vivo con Jesucristo. Y es más, no todos lo desean. Han preferido la visión natural que les da más seguridad que la visión sobrenatural que los lleva a depender de la Palabra de Dios.
Seamos aquellos Josué y Caleb de estos tiempos. Seamos unos Elías, Elíseos, cómo Noe, Daniel entre otros siervos de Dios que pudieron creer y contemplar la gloria de Dios en sus vidas. "Días son estos de Elías" dice el canto.
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