Mateo 6:9-13
Así, pues, oraréis vosotros: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan supersubstancial; y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos introduzcas en tentación, antes bien líbranos del Maligno.
La morada del Padre es el cielo, no la tierra, su Reino está allá, su voluntad siempre se hace también allá y en su reino está la fuente de todas las riquezas y la provisión que necesitamos aquí en la tierra. Pero “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3,23); Jesús tuvo que venir a traer nuevamente su reino a esta tierra y extender su dominio, su voluntad y su provisión a los hombres.
Dios vino a la tierra en Jesús y cuando consumó su obra Dios nos envió su espíritu para que habitase en nosotros y así quedarse El en el mundo a través de nosotros los creyentes en Jesús.
Que gran privilegio este, que a veces no entendemos y por eso despreciamos o no lo cuidamos como debe ser!
El mensaje de Cristo desde el inicio de su predicación fue conviértanse porque el reino de Dios ha llegado y luego en la oración del Padre Nuestro nos pidió que oremos para que ese reino venga y sea establecido entre nosotros. Jesús nos mostró cual era la voluntad de Dios. Su voluntad no siempre es hecha, no todo lo que pasa es voluntad de Dios, muchas cosas suceden porque su reino aún no se ha establecido plenamente en nuestras vidas. Primero es el reino y luego su voluntad. En el reino está la voluntad, el deseo de Dios para nosotros. Dios también es nuestro proveedor y en su reino y en su voluntad está implícita su provisión para cada área de nuestras vidas.
Hay tres enemigos de este Plan salvador de Dios, el pecado, la falta de perdón y el maligno. Debemos de andar vigilantes para que estos enemigos no nos roben lo que Cristo ya conquistó para nosotros.
El Reino de Dios se establece en un ambiente de victoria sobre el pecado y sobre satanas.
"Pero si yo por el dedo de Dios echo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros". Lucas 11,20
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